Ayer el lehendakari Urkullu me mandó un ertzaina con un sobre blanco de 30 x 39 cm y el membrete de la Lehendakaritza. Antes llamaba por teléfono, pero desde que vivo en Zaragoza nuestra única relación es la oficial. Por eso no he abierto hasta esta mañana. He abierto la puerta, he abrazado con fuerza al ertzaina, él me ha hecho entrega solemne del sobre, yo le he vuelto a abrazar y luego con mucha tristeza y rostro de resignación he vuelto a cerrar. Ser vasco tiene sus normas. Habito más allá del límite exterior y aquí Pipirigaña, la bruja mala y el tío Gurrumino son mis enemigos. Debo estar siempre alerta pero sin que se note. Vivir en plena alarma de normalidad.
Así que ahora, en la soledad de mi hogar exterior, aún con algo de emoción, procedo a abrir el sobre. Hay una carta. Traduzco.
«Lagun agurgarria». Cuando dice amigo se refiere a mí, estimado no sé, pero amigo… de siempre. «Se cumplen cuatro años de ausencias» (madre mía, esta frase en euskera es una preciosidad). «Por encima de las condiciones de vida de las personas, de favorecer su desarrollo humano y de garantizar unos servicios públicos de calidad, mantener el contacto contigo ha sido el amanecer y el anochecer de este Gobierno. Todas las instituciones vascas sin excepción nos hemos comprometido a garantizar unas condiciones de vida esenciales para ti en el exterior. Este compromiso institucional, junto a un entramado social y familiar sólido, con valores, ha sido la clave de bóveda para mantener a la sociedad cohesionada».
«Con todo, el año pasado Euskadi se sumió en la recesión y el Gobierno tuvo que gestionar unas cuentas prorrogadas muy ajustadas. Asumimos el reto, pero ahora disponemos de 600 millones de euros menos que hace dos años. Ante esta difícil situación, ¿qué podíamos hacer? Pues tres cosas: aplicar una gran disciplina en la gestión, garantizar los servicios esenciales y abrir un nuevo futuro económico en nuestra relación contigo. Por eso te escribo. No siempre no hay. Si dices que no tienes, este Gobierno hurga. Y al hurgar, a veces, encuentra pequeñas cosas no declaradas. Un txistu de lujo, un tamboríl a juego, acciones de la Sociedad Bilbaina, acciones del Jolaseta, el libro Winston del tenis, un laburu de plata, una pluma de oro, un kaiku oficial, varias reproducciones numeradas de Oteiza, la primera plancha del Gaur Express (firmada por Carlos Garaikoetxea, ojo) … »
No puedo seguir. Junto a la carta viene otro sobre blanco con el distintivo negro de la Hacienda Foral. Estoy indignado. Mañana mismo me planto en la autopista, eh, pido el ticket, conduzco hasta la Lehendakaritza, entrego el ticket, me lo abonan en efectivo, eh, pregunto por el lehendakari, camino hasta su despacho, entro y le digo en euskera: Basta de muestras de cariño, Iñigo. La Mari, el cuento de la lechera y las cuentas de la vieja forman un binomio (?) que queda muuuuuy mal. Te aviso.
6 comentarios
Dentro de una media ya bastante alta, este post me ha sumido en un desconcierto que, de momento, atribuyo, como todo lo de esta semana, al tema del eclipse. Porque es eso, ¿verdad?
Hombre, la traducción no es literal. Igual por eso. Pero ¡gracias!
Oye, espera el próximo correo, parece que las cosas van a ir mejor. Además, se viene el verano ¿quién te dice? quizás una estadía en agosto en San Sebastián y aclaran las cosas pintxos mediante.
Les molesta que de niño una vez fui Miguel Ángel, portero del Real Madrid. Me tienen cariño pero no me lo perdonan.
Dale con los binomios de tres.
Espero que realmente agarre esa autopista y tenga usted un éxito moderado que le permita seguir en lo suyo y todos contentos.
Saludos!
Así es. Tríos de cuatro, binomios de tres… ¡hay todo un mundo!
(Pero eso ya lo sabes, igual tu comentario tiene otra intención más sibilina… Mensaje recibido.)