—Afiliado Rojales, parece usted nervioso. Deje de cantar el himno que tumbado no se aprecia. Y vigile.
—Al otro lado de este lado hay un señor, señor.
—¿Un señor?
—Un señor barra señora, señor, está muy oscuro.
—¡Maldición! Un militante barra militanta de los que piensan lo contrario…
—Le huelen las hechuras ideológicas a millares de distancias…
—No se me despiste, Rojales. Lo contrario termina en un argumento tan finito que apenas se ve. Levántese y pegue unos tiros.
—Pero al otro lado puede haber una señora, señor.
—Precisamente. Igualemos las diferencias de la igualdad diferenciando entre diferentes e iguales.
—Uf, igual resulta un argumento muy apretado.
—¡Nosotros y nosotras no argumentamos más que bajezas, Rojales!
—¡Pues entonces yo lo que veo es un muerto útil, señor!
—¿Un muerto?
—¡Un muerto barra muerta, señor!